Es una zona bendecida por la mano de Dios. Necesitamos que vuelva el ferrocarril, para poder ser competitivos.
A los 58 años, electo recientemente intendente de Embarcación por tercera vez con el 56% de los votos, Alfredo Llaya asegura ser, sobre todo, un habitante más de esas calles que terminan en el Bermejo. Casado con Nora Cannuni, es padre de cuatro mujeres, que lo apoyan en sus decisiones y en el rumbo general de la familia. “Tengo una relación muy profunda con este pueblo, al que mi padre llegó en el año '32. Aquí nacimos los seis hermanos que somos. Mi padre vino de la ciudad de Jama, en Siria, escapando de la guerra y de las desigualdades. El año pasado conocí la casa donde se crió. Fue algo muy hermoso, muy emocionante, un sueño que tenía desde la infancia y que pude cumplir”, cuenta Llaya.
“Allá la gente es muy hospitalaria, se brinda entera. Buscamos a nuestros parientes, pero solamente quedaban algunos primos segundos. Y tenían fotos nuestras! La gente que vino como inmigrante de esas regiones ha tenido muchos sufrimientos, escapando de guerras que se produjeron por diferencias étnicas o religiosas. Hay mucha similitud con lo que han sido esas mismas diferencias en el norte salteño. Y aquí el pueblo sirio se adaptó muy bien. Por todo el norte hay muchos inmigrantes que han venido tanto de Siria como de Líbano. Todos llegaban con el pasaporte turco porque ese era el único país reconocido de la región”, señala.
El actual intendente de Embarcación viene de una familia de comerciantes. El mismo llevó adelante la transformación de sus negocios. “En 1999 decidí cambiar. Teníamos una distribuidora en Salta; en Jujuy, un supermercado mayorista, y minoristas en Ledesma, Tartagal y Pocitos. Siempre la central estuvo en Embarcación. Mi papá tuvo el negocio de ramos generales, junto con mi mamá. Trabajaban el día entero. Así llegamos a tener negocios en todo el norte. Cuando murió mi papá, nos quedamos con mi hermano haciéndonos cargo de todo, pero en 1999 murió mi hermano Antonio. Cuando pasó eso, les di otro rumbo a los negocios y comencé a militar en el peronismo”, cuenta.
Embarcación, que el 11 de octubre cumple 100 años, se encuentra a la vera de la ruta nacional 34 y es la puerta de entrada al departamento San Martín. Además de ser la tercera ciudad más poblada del interior salteño, 27.000 personas según el último censo, contiene a varias etnias aborígenes en las 11 comunidades que rodean al ejido.
Es también punto neurálgico de los caminos de la región del Chaco argentino y última localidad hasta donde pueden ser utilizadas las vías del tren. Se extiende desde el Bermejo hasta la ruta 81 y, por orden de población, siguen a Embarcación Dragones, Misión Chaqueña, Hickmann, Tierras Fiscales, Padre Lozano, Carboncito, Campichuelo, La Quena, Senda Hachada y Zanja del Tigre. El cruce de caminos y culturas hace de Embarcación un pueblo de características muy particulares. Sobre esas diferencias, Alfredo Llaya ha llevado adelante los destinos de su comunidad en el ingreso al nuevo siglo.
¿Cómo fue crecer con sus raíces árabes en medio de una zona donde se cruzan tantas culturas diferentes?
En Embarcación teníamos una sola escuela primaria, donde íbamos todos. Criollos, aborígenes, hijos de inmigrantes, todos éramos compañeros de la escuela. No recuerdo que alguna vez se haya hecho diferencia por esa razón. Hemos convivido y convivimos en paz. Es que nos hemos entreverado entre todos. Mis amigos de entonces siguen siendo los amigos de ahora. A mí mi padre nunca me enseñó a hacer diferencias con nadie. El construyó una familia de gente de trabajo, de laburantes. En Embarcación tenemos un 50% de población indígena en los 4.000 km2 del departamento. Hemos abierto delegaciones municipales en todas las misiones, con funcionarios que intermedian en todo. Tratamos de hablar con todos. La atención es diaria para las cientos de personas que requieren cosas inmediatas, a mediano y largo plazo.
El tren ha sido fundamental en el crecimiento de la región, con su desaparición, ¿cómo se encuentran los pueblos que nacieron a su vera?
En su momento mi padre tuvo negocios de ramos generales. Atendíamos gente que venía de Formosa. Aquí terminaba el riel y se descargaban las haciendas de animales. Venían el carguero y el tren de pasajeros. Llegaba a las 7 de la mañana, vendían todo lo que traían y compraban mercadería que llevaban para allá. Esa tarde misma se volvían. Había que atenderlos rápido, fraccionar las cosas porque la mercadería llegaba en grandes bolsas, los aceites en bordalesas de 200 litros y había que ponerlas en botellitas.
El tren ha sido el que le ha dado la característica a esta zona. Por donde pasaba se iban haciendo los rieles cada 20 kilómetros. Y así como nacieron, cuando desapareció el tren, los pueblos quedaron olvidados. Embarcación se salva por la agricultura. Eso le dio otro rumbo económico a la región.
¿Hay mucho despoblamiento de las localidades chaqueñas?
Hay un 70% de población joven. Eso nos compromete aún más a seguir trabajando después de tres períodos de gobierno. Se vienen muchos jóvenes de Hickmann, de Padre Lozano. Así que en esos pueblos fundamos colegios secundarios, para que no tengan que salir de sus lugares de origen y puedan crecer allí mismo. En Dragones también tenemos un colegio secundario. Hay más de 40 escuelas y colegios secundarios. Eso hace que los chicos no tengan que desprenderse de la casa paterna. La idea es que todos tengan la misma posibilidad de terminar los estudios por lo menos hasta el secundario. Cada vez que hacemos un desfile, cuando salen los chicos, se ve la cantidad que hay. Para ellos hay que trabajar duramente.Aquí, como en todos lados, antes la droga estaba de paso, pero ahora se queda. Así que estamos trabajando con las familias que tienen hijos adictos. Tenemos planes municipales para ir revirtiendo esa situación. Hay un proyecto para crear un centro de desintoxicación, que sirva para toda la provincia. Hemos entregado más de 350 viviendas y estamos próximos a terminar 100 casas más. No creo que haya gobierno en el mundo que esté a la par de las necesidades de la gente, pero ese es el intento diario.
¿Cómo enfrenta el tema de la desocupación?
Cuando las fincas comienzan a trabajar se descomprime el tema de la ocupación. Aquí hay fincas que se dedican a las hortalizas, al citrus, al poroto. Eso sumó mucho a nuestra economía. Antes había sólo un supermercado y una farmacia. Ahora hay varios por toda la ciudad. Hay más hoteles, tenemos la nueva terminal de ómnibus, el hospital que se está construyendo como sede regional, casas de repuestos para maquinaria agrícola... Antes por una arandela teníamos que viajar hasta Orán. Y si era más sofisticado el repuesto, había que ir a Salta. Hoy ya no, en Embarcación se encuentra lo que se necesita. Creo que hay que ayudar a que se vaya multiplicando la inversión, para que también genere demanda de mano de obra y acceder a un trabajo genuino. En esa línea trato de llevar el gobierno municipal, promocionando la inversión. De esta manera tuvimos un crecimiento poblacional del 13%. Pero necesitamos más inversiones.
Hay que trabajar para igualar hacia arriba y no hacia abajo. Aquí hay que cambiar el chip mental y buscar la forma de crear infraestructuras que impulsen la radicación de empresas, para eso hay que sancionar leyes, mejorar rutas, instalaciones eléctricas, de gas, agua, etc. Si para producir algo aquí uno tiene que llevarlo a 2.000 km, lo mejor sería hacerlo con un flete barato como el ferrocarril. De aquí mandamos mercadería al puerto de Formosa, puerto Barranquera, y en barcazas hasta Rosario. De esa manera se haría un 50% más barato el gasto de flete, minimizamos accidentes en las rutas, las mejoramos porque ya no transita tanto tráfico pesado, no usamos combustible, etc. Un tren equivale a 40 camiones. Una barcaza, a 7 trenes. En Embarcación hay producción de poroto, de soja, maíz, trigo, cárcamo, después, todas las hortalizas. Es una zona bendecida por la mano de Dios. Necesitamos que vuelva el ferrocarril, para poder ser competitivos.
¿Su experiencia como comerciante le da otra perspectiva como político?
Son épocas difíciles, de inflación, y cuando se transita por épocas así hay que tener cuidado. Los que estamos como funcionarios tenemos que tener muy presente esta situación. En el 2004 tuve la oportunidad de acompañar a Juan Carlos Romero cuando vino el entonces presidente Kirchner a Salta para pedirle asfalto para la ruta 81. Ese mismo año, en noviembre, iba a venir a Salta a firmar el acuerdo por la ruta nacional 81, pero no vino. En mayo del 2005 insistimos con Vialidad Nacional, pero nos dijeron que no había dinero. Hicimos entonces una movida con intendentes para poner el asfalto de la 81. Logramos unirnos para trabajar por la región. Con ellos seguimos insistiendo para concretar la red energética, y la refuncionalización del ferrocarril Belgrano, que dio el puntapié inicial de Embarcación hace ya 100 años. Toda la zona norte de la provincia tiene que integrar también el Zicosur, porque estamos muy lejos de los centros poblados más grandes del país, hacer puerto seco en la zona. Estamos muy próximos a las fronteras internacionales y en un punto crucial para toda la región del Chaco argentino.
¿Hace falta mucha infraestructura de caminos?
Tenemos que abrir una ruta a Orán por medio de los parajes Zanja del Tigre y San Agustín. Y en vez de hacer 47 km para ir a Orán, el viaje se reduce a tres. El puente de la ruta nacional 34, sobre el río Bermejo, está por cumplir 50 años. Tenemos que tener en cuenta que las malas experiencias son cada vez más frecuentes con los ríos. Ojalá que siga este puente siendo longevo, pero igual tenemos que ir pensando en otro puente para cruzar. Si algo le pasa, el cruce más próximo está en Formosa y Chaco, a 500 kilómetros. Los caminos ya están hechos, sólo habría que mejorarlos. Con otros intendentes de la zona estamos presionando por empalmar la ruta 81 con la 36. Eso sería crear infraestructura para nuevas inversiones y así acceder a fuentes de trabajo genuinas. Esa fue la idea cuando logramos la ruta 81 en el 2004.
La idea es que podamos darle valor agregado a nuestra producción y así incentivar a que la inversión venga. Quiero que mi familia esté bien, que haya escuelas, hospitales, clínicas, una infraestructura que tenga lo que necesito para mi hogar. Y una infraestructura que produzca y lleve esa producción donde pueda entrar en competencia con las mismas condiciones que otras zonas del país. No puede ser que la Pampa Húmeda, además de producir más, tenga un flete cortito, mientras que nosotros, para poder movilizar nuestra producción, tengamos que recorrer miles de kilómetros. Tenemos que lograr la integración con países limítrofes como Chile, Paraguay y Bolivia, e incluso el Brasil, y desde ahí comenzar a crecer.
Usted ha recibido denuncias acerca de la construcción de un hotel...
Al hotel lo estaban haciendo empresarios de Salta. Nada tuvimos que ver nosotros. La gente habla por hablar, pero no tengo ninguna denuncia concreta en mi contra. No me han citado a ningún lado a declarar. Esos comentarios son cosas de la rivalidad política y cuando llegan momentos de elecciones, se amplifican. Son cosas que al principio no entendía. Pero yo tengo una meta clara: sacar del letargo a Embarcación y ponerla en un lugar destacado de la provincia, del país y de países vecinos. Creo en mi pueblo. Ahora nos llegan invitaciones de todos lados para que mostremos el trabajo que venimos desarrollando. Modestia aparte, ese ha sido el objetivo por el que me decidí a entrar en la política. Al estar aquí veíamos pasar muchas cosas y, en vez de criticar de afuera, decidimos estar adentro. Y ahí existen cosas, como estas denuncias, que hay que aguantarse. Yo no soy de las personas que se ponen a mirar a los costados, creo que hay que seguir adelante y así lo hago. No tengo nada que me pese. Yo salgo tranquilo a la calle, me junto con mis amigos aborígenes como con el empresario más poderoso de la zona.
Con la cercanía del Bermejo, ¿es usted buen pescador?
Pésimo. Soy “campamentero”, eso sí me gusta. No tengo paciencia para estar horas esperando el pique, menos cuando hace calor. Si hablamos en grados, dicen que exageramos si decimos que a veces se registran 52 o 53 grados. Ahora en invierno hace un calor distinto, es un calor seco, pero llega a unos 35 grados. Ya estamos acostumbrados, pero igual sería bueno lograr el “aire acondicionado para todos”. Pero, volviendo al tema, lo que mejor hago con el pescado es comerlo. Todos los pescados del río me gustan. La boga, el dorado... Nosotros nos asustamos cuando dijeron que se estaba contaminando al río con petróleo, pero no pasó nada finalmente. El Bermejo es parte esencial en la vida de Embarcación. Juntarse a pescar o a hacer un campamento es parte de la vida diaria de los que habitamos por aquí.
FUENTE: Diario el Tribuno
Por Daniel Sagarnaga